martes, 26 de enero de 2010

Fiestas de Valdelageve

El lector habrá podido comprobar la sencillez y el cariño con el que está elaborado cualquiera de los temas que dedico a mi pueblo. Creánme que mi emoción y mi amor me sobrepasan en algunos momentos. Lo siento.

Pero, en fin, vamos a lo que vamos, y en este caso me voy a dedicar a escribir algo sobre las fiestas. Sobre las actuales, pero también voy a tocar alguna de las que los gevatos estuvieron disfrutando hasta no hace tantos años y que por su curiosidad creo que serán del agrado de todos cuantos las lean. A la par voy a hacer que las recuerden mis paisanos.

Fiestas de San Fabián y San Sebastián

Comenzamos cada año el día 20 de enero con la celebración de la primera fiesta del pueblo, San Fabián y San Sebastián, más bien conocida por “los Santos Mártires”. Actualmente está en plena decadencia, todo ello por la poca gente que queda en el pueblo. Se centra solamente en la parte eclesiástica, no sin antes subir Juan-Miguel al ayuntamiento para saludar con el micrófono a todos los vecinos, darles algunos consejos para finalizar cantando el “Perantón de Valdelageve”, canción dedicada al pueblo y que mas adelante escribiré sobre ella. A continuación se celebra la procesión, dando una vuelta al pueblo cantando y llevando en andas la imagen de San Sebastián. Al llegar a la iglesia el santo se coloca debajo del pórtico y mientras seguimos con nuestros cánticos, se hace una ofrenda al santo, que sirve para que a posteriori se puedan ir sufragando los gastos que el templo origina.

La misa es bonita y el párroco, don Pedro Calama, que lleva ejerciendo en este pueblo desde 1980, se encarga de hacerla mas solemne, amén de que el coro de cantoras nos deleitan cantando la “Misa Castellana”, pues bien es cierto que las voces son estupendas y su entonación magnífica.
Terminada la santa misa, subimos al bar y allí disfrutamos del buen caldo de la tierra, sus tapas y alegres conversaciones hasta llegada la hora de la comida.

Es precisamente en el hogar donde la tradición continúa, degustando una comida especial y haciendo honor a los invitados que hemos acudido a disfrutar de esta festividad y de nuestros amigos. He ahí que este rato resulte más agradable de lo habitual. Terminada la comida, subimos al bar a tomar café y a jugar la partida. De esta manera tan sencilla acaban las actividades de este día tan especial.

Fiesta antigua de San Antonio, 13 de junio

En este caso, no tengo más remedio que dar una pequeña pincelada de lo que fueron estas fiestas hasta hace no muchos años, para pasar después a cómo se celebran actualmente. Qué pena recordar aquellas fiestas tan hermosas, cuando en el pueblo había más de trescientas personas de todas las edades que participaban preparándolas con alegría.

Por la mañana la gente se levantaba al sonido de la alborada que recorría las calles del pueblo, lo que hacía que el entusiasmo de los gevatos comenzase a subir enteros. Posteriormente, al tañido o repique de las campanas, la gente iba acudiendo a la iglesia, para comenzar el rito con la procesión, seguida de la ofrenda y la santa misa.

Después, al salir de la iglesia, seguía el pueblo con la fiesta, pero con la parte profana. Es entonces cuando los gevatos de ambos géneros comenzaban primero con el baile. Hay que ver que hermosas se ponían nuestras jovencitas. Las más bonitas, sin lugar a duda, de toda la comarca. Cuánta alegría llevaban en sus cuerpos, reflejada en sus bonitas caras, que eran la que iban transmitiendo a todos aquellos que se acercaban a ellas. Con el baile disfrutaban tres veces al día, es decir, antes del mediodía, por la tarde y noche.

Hay que hacer mención al tío Bartolo, gran gaitero y tamborilero de Lagunilla, pueblo lindante, al que iban a buscar los mozos. Durante varios años fue el que con su música hacía que los jóvenes de ambos sexos bailasen y se divirtiesen. Tío Bartolo siempre demostró ser una gran persona a la que todos los vecinos le quisieron y adoraron. Es más, en el pueblo le cantaban con todo el cariño:

“Bartolo tenía una flauta / con un agujero solo / y su madre le decía: / "toca la flauta Bartolo". / Bartolo, que te pilla el toro, / que te pilla el toro / que te va a pillar. / Si no te pilla de noche, / te pilla de madrugá. / Bartolo, que te pilla el toro, / que te pilla el toro, / que te va a pillar".

Las calles estaban llenas de gente. En las bodegas que tenían casi todos los vecinos reinaba un gran ambiente, pues no en balde el caldo que bebían era de su propia cosecha, al igual que el aguardiente y, por supuesto, alguna cosilla de las que se están suponiendo y que estaban prestas para hincarles el diente, de ahí que mi boca se haya llenado de saliva.

Entre los más jóvenes del lugar siempre se representaba una obra de teatro, que dirigía alguno de los maestros. En concreto, a mi padre, Juan-Eloy Montero Picón, le tocó prepararlas durante los años que estuvo allí.

El segundo día era muy peculiar, porque, aparte de todos estos festejos y otros que desconozco, se unía el de la corrida de vacas. Parece ser que era el festejo que más llamaba la atención y se celebraba en un solar muy bonito junto a las viñas, con una vista panorámica excepcional. En el medio del mismo había un pozo y muy cerca un nogal centenario. Los vacas se iban sacando de una en una, los mozos se divertían y hacían que a todos los allí presentes les sucediese lo mismo. Actualmente el solar, tiene el nombre de “la Plaza del Pozo”. También hay que hacer otra mención especial a los mozos, que siempre disfrutaban mucho antes del festejo, porque tenían que preparar y rodear el solar con carros y, lo que es mejor, ir a buscar a las vacas.

También en éstas como en otras fiestas reinaba mucho el cariño y afecto que había entre los vecinos, amén de otras virtudes.

Fiesta actual de San Antonio, 13 de junio

Actualmente todo comienza igual que en la fiesta de enero. En este caso en la procesión sacamos al santo del día, también en andas, pero como san Antonio tiene una canción propia, entonces la vamos entonando. Su título es “La canción de los Pajaritos”.

Al llegar al pórtico todos los actos se repiten, sólo que el desarrollo de los mismos es más alegre, porque el tiempo acompaña y la gente se multiplica. No obstante, la segunda parte de la fiesta se deja para agosto, mes en el que muchos de los vecinos que trabajan en el exterior acuden a festejarla en ambos sentidos, tanto en la parte eclesiástica como en la profana.

Fiesta de San Juan, 24 de junio

El día 23 de junio de cada año durante la noche, para no ser descubiertos, los mozos iban a cortar un árbol al terreno de otro pueblo que no fuese el suyo con el fin de no ser vistos. Llegado el día tan esperado y de madrugada, los quintos hacían la “enramá”, que consistía en engalanar los balcones de las mozas con guirnaldas de flores, ramas, hierbas olorosas, etc. para que cuando se despertasen por la mañana recibiesen la sorpresa de ver sus balcones adornados.

También colocaban el palo del árbol que tanto trabajo les costó traerlo durante la noche y al que llamaban “el San Juan”. Lo colocaban en el centro de la plaza y en la cogolla o “pincolla”, como ellos la denominaban, colocaban una rosca de la que colgaban cerezas, pastas, etc. La subida “al san Juan” se hacía al medio día. Era muy entretenida, emocionante y causaba mucha risa ver a los jóvenes trepando por el palo y los esfuerzos que hacían para llegar a la “pincolla” y coger el roscón. El vencedor se quedaba con las golosinas, mientras que el palo era pujado y se vendía al mejor postor. El dinero obtenido pasaba a los mozos.

En este día de fiesta se seguían visitando las bodegas, siempre con una alegría sana que no sólo a nuestro pueblo caracterizaba, sino a todos.

La comida, como en todas las fiestas, era excepcional, pero lo más importante era primero: oler y luego comer “el conejo guisado al estilo Valdelageve”. Después, como postre, se comían los dulces elaborados en casa, se tomaba el café de puchero y la copita de aguardiente, también preparado en sus bodegas.

La fiesta finalizaba con el baile al son de la gaita y el tamboril del tío Bartolo. Las ganas de bailar no faltaban, sino que iban a más y era el momento más propicio para que algunos se conocieran mejor e iniciaran un noviazgo y otros para afianzarlo.

Fiesta de Agosto

Se celebran en los días 10 y 11 de agosto san Lorenzo y santa Clara, con el pueblo a rebosar, porque no sólo acuden los paisanos que viven fuera, sino amistades y gente de pueblos colindantes.

Por la mañana vuelvo a subir al ayuntamiento para hablar al pueblo, dar la bienvenida a todos nuestros paisanos y acompañantes llegados de otros lugares y cantar el “Perantón de Valdelageve”, no faltaba más. El gaitero, mientras tanto, tocando el tamboril y haciendo sonar la gaita con canciones conocidas, para ir contagiando con alegría a todos los partícipes de la gran fiesta, que comienza con la procesión y sigue con todos los ritos que en cada fiesta se llevan a cabo. Lo que cambia es que este día se saca a la Virgen de Fátima, dada la proximidad al día de la Asunción de la Virgen. En el templo unas veces nos acompaña algún coro invitado, en otras ocasiones canta el coro parroquial la “Misa Castellana”, y durante algunos momentos es también amenizada por el gaitero. Y para terminar, Juan-Miguel canta cada año un “Ave María” diferente, con lo que el acto religioso termina con más alegría.

La subida al bar se va haciendo paulatinamente. Siempre hay algún convite con el que nos agasaja el ayuntamiento, para acudir más tarde a dar buena cuenta de la gran comida que nos espera en casa.

La tarde siempre resulta muy entretenida. Hay diferentes campeonatos, como pueden ser de cartas, tiro al plato, etc.

Cuando va amainando el calor, en la plaza que está delante del bar siempre hay alguna actuación para todo el personal que hay en el pueblo que bien pueden ser bailes serranos, representación de algún sainete acompañado por música, grupos flamencos acompañados por sus bailaoras, algún dúo cantando musica española o ligera... Mira por dónde que es en este caso en el que puede participar todo el mundo bailando. De esa manera pasamos un par de horas muy agradables.

Para terminar, como es costumbre por la noche, hay una gran verbena cada día que dura casi hasta el amanecer.

Los días siguientes, como ya no hay parte eclesiástica, aprovechan los jóvenes y menos jóvenes para disfrutar un poco más de la cama.

De esta manera y después dos días se dan por finalizadas las fiestas.

(Fotografías de Juan-Miguel Montero Barrado)

miércoles, 20 de enero de 2010

La ermita del Servón


El Servón es un lugar cercano a Valdelageve, aunque perteneciente al término municipal de Sotoserrano, que recibe su nombre por el arroyo que pasa. Allí existió una ermita, de la que no quedan restos, pero sí está documentada su existencia. Los conocimientos de Marcelino Matas, vecino de Valdelagave, permitieron que el doctor Luis Santos Gutiérrez, profesor de la Facultad de Medicina de Salamanca y también artista, ya fallecido, hiciera una recreación en dibujo de cómo pudo ser la ermita. Apareció en 1999 en la segunda edición de mi libro Notas de Valdelageve e ilustra este artículo. A su capítulo 13 pertenecen los fragmentos que se reproducen a continuación.

"Sabemos que en el siglo XIV (1311-1348) ya existía una ermita en las inmediaciones del arroyo del Servón, lo que nos hace suponer que tanto su construcción como sus actividades religiososas venían realizándose, hipotéticamente, desde siglos anteriores. Ello nos confirma que acudía todos los domingos y días festivos tanto la gente del pueblo o barrio de arriba como la del barrio de abajo, que sería la del Servón. Esta última estaría compuesta en su mayoría por población de origen bereber (...). Esta gente pudo permanecer en el Servón hasta que Felipe III ejecutó la definitiva expulsión de los moriscos ren 1609. Yo creo que podrían haber ido marchándose bastante antes de que llegase la orden (...).

Aunque tengamos todavía una espina clavada en nuestro corazón por esa zona y al estar en la parte baja y totalmente frente a Valdelageve, el Servón pertenecía y pertenece al Soto o Sotoserrano (...). Menos mal que ese terreno y todas esas huertas desde hace algún siglo son trabajadas por nuestros vecinos (...). El primer libro de cuentas de la ermita de Ntra. Sra. del Servón , que comienza en el año 1611 y finaliza en 1807, muestra múltiples datos (...).

En el barrio de abajo habitaba siempre algún ermitaño, que estaba al cargo y el cuidado de la ermita (...). También había mayordomos, por supuesto de Sotoserrano, que eran los que llevaban las cuentas y el control tanto de la ermita como de sus enseres interiores y exteriores. Cada cierto tiempo era visitada por alguna personalidad del cabildo de Coria (...).

Pasada la Guerra de Independencia (1808-1814) la casa del ermitaño debió de ser modestamente restaurada y nosotros sabemos
(...) que entre los años 1820-1830 la habitó un ermitaño que... posiblemente fuese ya el último".

(El escrito es un extracto de Juan-Miguel Montero Barrado, Notas de Valdelageve, segunda edición revisada y ampliada,
Salamanca, 1999; ell dibujo de la iglesia es de Luis Santos Gutiérrez).


Un artículo del doctor Tejerizo


Mi buen amigo el doctor Tejerizo, profesor de la Facultad de Medicina de Salamanca, escribió hace años un artículo, que publicó el diario Tribuna de Salamanca el 2 de septiembre de 1997, sobre la primera edición de mi libro Notas de Valdelageve. Le estoy muy agradecido tanto por el artículo en sí mismo como por lo que reflejó en el mismo.

viernes, 15 de enero de 2010

¿Quién fue "Mi vaquerillo" de Gabriel y Galán?

En el año 2006 acabé un trabajo biográfico dedicado a Félix Monforte Chorro, el protagonista del poema "Mi vaquerillo", escrito por el poeta salmantino José Mª Gabriel y Galán. Curiosamente Félix nació en Extremadura, pero acabó viviendo en Valdelageve. De sus descendientes Marcelino reside en Salamanca; Vicente, que nació en Cuba en 1921, vivió en Madrid hasta su fallecimiento en 2009; y Bonifacio, el más pequeño, habita en Madrid. En 2008 el trabajo fue publicado en el número 68 de la revista Alcántara, editada por la Diputación de Cáceres. En esta ocasión voy a reproducirlo para que lo pueda leer quien lo desee.


Félix Monforte Chorro, "el Vaquerillo" de Gabriel y Galán


Introducción

José Mª Gabriel y Galán nació en Frades de la Sierra, provincia de
Salamanca, el día 29 de junio de 1870. Hizo la carrera de Magisterio en Salamanca, trabajó dos años en Guijuelo (Salamanca) y posteriormente se trasladó a Madrid, a la Escuela Normal Superior de Magisterio, donde finalizó los estudios con nota alta. A su regreso estuvo un año más en Guijuelo y siete en Piedrahíta (Ávila).

El día 26 de enero de 1898 se casó en Plasencia (Cáceres) con la extremeña, natural de Grandadilla, Desideria García Gascón, a la que siempre llamó cariñosamente “mi vaquerilla” o “mi vaquera”. Después de la boda se fueron a vivir a casa de los tíos de su esposa, Juan Antonio Rivero Galán, del cual era también pariente José María, y Natalia García Miguel. Tenían la mejor casa y más grande que había en la plaza Mayor, se componía de dos pisos y en la parte de atrás de un hermoso jardín. La pareja de recién casados ocupó una de las plantas que había sido preparada para ellos.

El Sr. Rivero era una de las personas mejor situadas en el pueblo y al verse arropado por José María, al que conocía perfectamente a través de muchos años, le encargó la administración de todas sus pertenencias, incluidas las fincas rústicas. Algunas de éstas eran las siguientes: “el Charco Herrero” y “los Cachorros”, ambas en las cercanías de Cáparra; “el Berrocoso”, “Linares” y “el Tejar”, ambas cubiertas actualmente en gran parte por el pantano Gabriel y Galán. De esta última y otra, las mencionaré en próximos capítulos.

José Mª Gabriel y Galán tuvo tres hijos y uno póstumo. Falleció en la flor de la vida a los 34 años en Guijo de Granadilla (Cáceres) el día 6 de enero de 1905.

Biografía de Félix Monforte Chorro, “el Vaquerillo”

Poco sabemos de “el Vaquerillo”, que trabajó para el gran poeta. De nombre Félix Monforte Chorro, nació el día 18 de mayo de 1881 en Guijo de Granadilla, obispado de Coria y provincia de Cáceres. Era hijo legítimo de Anacleto Monforte Barrios y Segunda Chorro Martín, naturales y vecinos del pueblo. Fue bautizado en la iglesia parroquial del Apóstol San Andrés por el padre don Ángel González Ruano, presbítero y cura párroco de la misma, el día 22 de mayo del año 1881.

Parece ser que fue el segundo de los hijos, si bien el primero debió de ser un niño adoptado, de nombre Porfirio, y posiblemente de ahí viniera que uno de los hijos que tuvo Félix llevase ese nombre. Pero es algo que aún queda por constatar. De niño, quizá entre los nueve y diez años, comenzó a trabajar en la vaquería que tenía Gabriel y Galán, compuesta de 10 a 12 vacas.

Cuando “el Vaquerillo” marchó para formarse en el oficio que le gustaba, la manada había ascendido a casi 90 vacas, lo que motivó el consiguiente aumento de jornaleros y vaqueros. Hay que mencionar a uno de los vaqueros llamado Plácido Jiménez Terroso, también muy apreciado por el amo. El aumento de los pastores sirvió para que el niño, y más tarde adolescente, asimilase mejor el trabajo, haciéndolo más llevadero.

Siendo rapaz, a pesar de su corta edad, era vivo, listo, muy alegre y responsable, características que el poeta pudo apreciar en muy poco tiempo. No en balde en aquella época y posteriores los maestros en su mayoría, dado su gran amor al magisterio, eran grandes pedagogos, y sabían conocer y valorar las virtudes de cada niño. De ahí que el poeta o el amo, como él lo llamó indistintamente, le tomó un gran aprecio, para más tarde darle un cariño paternal.

A la finca de “el Tejar” acudía el maestro todos los días por la mañana, algunas veces acompañado por su tío, y estaba hasta el anochecer. Ésta es la finca donde comenzó a trabajar “el Vaquerillo”. El poeta en un principio le acompañaba con las vacas por los prados hasta llevarle al río donde los animales aprovechaban para beber y hacer también un alto en el camino.

También ejercía como maestro, explicándole y hablándole, de tal manera que al final con las lecciones de cultura general sus conocimientos fueron progresando. Todo ello le sirvió posteriormente para pasarlo a sus hijos, que, a pesar de la vida que llevaron, muy parecida a la suya, fueron muy conscientes y cada uno los asimiló según su capacidad.

A pesar de su edad, y sintiéndose arropado, era aún más feliz cuidando las vacas. Durante el trabajo el momento que más ansiaba todos los días era la llegada del almuerzo. Abría la morrala para sacar sus viandas, que estaban compuestas de un trozo de pan y otro de chorizo o de esa rica morcilla extremeña. Colocaría sobre el pan la chicha, con la navaja presta para comenzar a cortar primero el embutido y a continuación un cacho de pan que le sabía a gloria bendita, como ahora me lo está sabiendo a mí. En el verano también se preparaba un gazpacho extremeño nutriente y a la vez refrescante, con los preparativos que traía de casa, al que unía algunas hierbas sabrosas y olorosas que cogía en la orilla del río, como el poleo.

Terminado el descanso comenzaba a reunir el ganado, llamando a cada una de las vacas por su nombre (“Doráaa..., Caaana..., Moruuucha...”) o silbando, dado que a esas horas estaban descansando, bien a la sombra en el verano o al sol en el invierno. El trabajo lo llevaba bien y el poeta estaba satisfecho con el rapaz, de ahí que lo tuviese frecuentemente en su mente.

Cierto día decidió Gabriel y Galán pasar una noche a su lado para hacerle compañía, charlar y escuchar una vez más por su boca sus ideas, pensamientos e incluso experiencias. Además quería dormir con el niño en el monte. Esa noche tuvo tiempo para pensar, meditar y darle vuelta a las cosas, todo ello mirando al firmamento y en especial a las estrellas brillantes, que a la vez eran las que le daban más claridad a la mente.

Al venir el alba despertó al niño con unas palabras suaves y dulces, como si fueran las de su padre. Al levantarse le dijo: “vamos a hacer lumbre para preparar un rico almuerzo”, como así fue. Mientras, la conversación y los consejos se fueron sucediendo, para terminar: “Tú te quedas luego / guardando las vacas, / y a la noche te vas y las dejas... / ¡San Antonio bendito las guarda! (...). / “Y a tu madre a la noche le dices / que vaya a mi casa, / porque ya eres grande / y te quiero aumentar la soldada”.

Uno de los momentos más preciados para “el Vaquerillo” era cuando, en el buen tiempo, a través de grandes prados, laderas abruptas, entre encinas, matojos, canchales, carrascos, llevaba a las vacas a beber al río y él mismo aprovechaba para darse un chapuzón, bañándose o dejándose llevar por la corriente del agua, cual una anguila fuera. Que a gusto debía de quedar y, además, presto para continuar la jornada, ya que en esos meses solía quedarse a dormir en el campo con la boyada. Era la temporada más grata.

Un buen día, después de darse ese rico baño, pasó por allí una zagala que, por medio de sus dulces palabras y miradas picarescas, lo embaucó, llevándolo, a pesar de sus primeras resistencias, a un lugar escondido entre arbustos y matorrales..., y allí comenzaron sus primeros escarceos amorosos. Al enterarse el amo, “el Vaquerillo” fue amonestado como si su padre lo hiciera, con pocas, pero sabias, palabras, que hicieron efecto en el adolescente.

En el invierno, cuando arreciaba el frío con los cambios del tiempo, el trabajo se volvía mucho más duro, los días eran más cortos y las noches, muy largas e interminables. Una de las cosas peores era soportar la caída del agua, unas veces ligera y otras torrencial. Los vaqueros tenían unos chozos, pero a la par tenían que estar muy atentos a los lobos, que abundaban, y a otras alimañas.

Cuando observó Gabriel y Galán que el niño había crecido y viendo los dotes que poseía, creyó que no debía seguir más tiempo trabajando en el campo al cuidado de las vacas. El poeta, como si su padre fuera, le dijo: “Félix, estás preparado para poder emprender una carrera. Podría ser la de Magisterio. Creo que sería la ideal para ti. De lo demás no te preocupes, pues de todos los gastos y lo que precises, me haré cargo de ellos”.

El amo estaba muy contento pensando en el futuro del niño que con tanto mimo y cariño paternal cuidó. Pero lo que menos pensaba era la contestación que iba a recibir, pues “el Vaquerillo” le dijo: “Prefiero no estudiar. Lo que a mí me gustaría ser es carpintero”. Yo creo que lo llevaba en la sangre, ya que, al parecer, su padre también lo fue. Entonces Gabriel y Galán, con la paciencia que le caracterizaba, lo aceptó, no sin antes hacerle recapacitar y darle los consejos que creyó pertinentes. Pero el adolescente le contestó nuevamente que él prefería la carpintería. “Bueno, no hay más que decir. Cuando quieras puedes comenzar a aprender el oficio”. El poeta volvió a repetirle: “sabes que me haré cargo de todo lo que necesites durante el periodo de aprendizaje”. Y el hasta entonces “Vaquerillo” debió de ponerse muy contento. En pocos días marchó a comenzar el aprendizaje del oficio con el que siempre debió de soñar.

Desconozco el lugar donde lo aprendió, porque de los tres hijos que aún viven cada uno tiene una opinión. Marcelino, el mayor, dice que en Ahigal; Vicente, que en Plasencia; y Bonifacio, el menor, que en Hervás. En lo que sí coinciden los tres es que fue un gran carpintero-ebanista.

Cuando terminó el aprendizaje, regresó al pueblo con el oficio, comenzando a trabajar. Poco a poco se fue abriendo camino y tal es así, que no solamente hacía los trabajos en Guijo, sino que también solicitaban sus servicios en los pueblos de alrededor.

Pero he aquí que un vecino de Valdelageve, pueblo de la provincia de Salamanca lindante con Extremadura, llamado Joaquín, quiso construir una buena casa, con las cuatro esquinas de granito y el resto de ladrillos. Como en el pueblo lo que abundaba era la pizarra, entonces se puso en contacto con dos hermanos de Guijo de Granadilla, llamados “los canteranos”, para que construyesen la casa como él quería. Ellos se encargaron de transportar todo el material y a la vez de levantar la casa. Cuando necesitaron un carpintero, llamaron a Félix, que fue el que se encargó de hacer todo ese trabajo.

Mientras duró la obra Félix hizo buena amistad con la hija mayor de Joaquín, de nombre Nicolasa, chica bien situada, pues no en vano tenían la posada, lugar donde paraban todos los carrileros o arrieros que iban de paso a Extremadura. La relación entre ambos comenzó poco a poco. Aprovechaban los ratos libres para salir de paseo. Les gustaba estar juntos y recrearse con las vistas paradisíacas que tiene el pueblo de Valdelageve y que seguramente servirían para que se les ablandara el corazón diciéndose cosas hermosas. Con el tiempo el noviazgo se fue afianzando y la pareja decidió unirse. Seguramente pensarían que “hasta que la muerte nos separe”. El día 9 de noviembre de 1912 fueron casados por don Tomás Ávila Gómez, párroco de la Parroquia de los Santos Mártires Fabián y Sebastián de Valdelageve: “Félix Monforte Chorro, de 31 años de edad, hijo de Anacleto Monforte Barrios y Segunda Chorro Martín, naturales y vecinos de Guijo de Granadilla, provincia de Cáceres, con Nicolasa Sánchez Britos, de 23 años de edad, hija de Joaquín Sánchez Martín y Manuela Britos y Britos, naturales y vecinos de Valdelageve, provincia de Salamanca”.

Durante el tiempo que estuvieron en el pueblo fueron muy felices. Tan felices que Nicolasa quedó embarazada. A pesar de ello decidieron emigrar a Cuba con el fin de que Félix, trabajando en su oficio durante unos años, pudiera ganar un dinero para regresar a su tierra y montar un buen taller de carpintería y ebanistería.

Estando Nicolasa en avanzado estado de gestación partieron a la isla caribeña. Como en aquella época el viaje duraba cerca de un mes, fue el suficiente tiempo para que nuestra gevata (gentilicio femenino de los nacidos en Valdelageve) diese a luz a un hermoso varón, resultando satisfactorio. Entonces pensaron en el nombre que le iban a poner y el capitán del barco, con buen criterio, les aconsejó que dado el lugar donde había nacido, lo llamasen Marino, lo que la enamorada pareja aceptó.

Llegaron a Cuba, isla en la que permanecieron 10 años, pero con la mala suerte de que Félix, a pesar de sus esfuerzos, no pudo trabajar en su oficio. Entonces no tuvo más remedio que dedicarse a la corta de caña de azúcar. Durante esos felices años nacieron cuatro hijos más: Iluminada, Bruno, Marcelino (26-04-1920) y Vicente (19-07-1921).

Con el dinero ahorrado decidieron regresar a España para instalarse en Guijo de Granadilla, pueblo que vio nacer a Félix. Sus ideas estaban muy claras, pues quería volver a trabajar en el oficio que con tanto empeño e ilusión aprendió, y montar el taller deseado.

No tuvo mucho tiempo de saborear ni su pueblo ni su trabajo. Los padres de su esposa, Joaquín y Manuela, posiblemente precisarían de su ayuda. Sí sabemos que constantemente solicitaban su presencia en el pueblo. En Guijo de Granadilla vieron nacer a su sexto hijo, el día 14 de mayo de 1923, al que pusieron de nombre Bonifacio.

Por fin, Félix Monforte Chorro, que era un santo, y ante la insistencia de sus suegros y las ganas que tenía Nicolasa de regresar a su pueblo, decidió volver a Valdelageve. Una vez allí comenzó a trabajar en la labranza y con el ganado, pues los padres de su mujer tenían bastantes tierras y ganado.

En Cuba se dejó bigote, lo que llamó la atención a los gevatos y de ahí que le apodasen cariñosamente con el nombre de “el tío Bigotes”. En Valdelageve siguieron naciendo más hijos: Soledad, a la que posteriormente la llamaban Sor, ya que siendo jovencita ingresó en el convento, de las madres carmelitas; Porfirio, que fue el octavo y que desgraciadamente falleció en plena juventud, en el mismo Valdelageve, el día 27 de diciembre de 1954, a los 24 años de edad, donde está enterrado junto a su padre; y por último, nació el noveno, que fue Ismael.

En Valdelageve, que tenía en aquel tiempo algo más de trescientos habitantes, Félix también ejerció un poco el oficio de carpintero. Cabe resaltar la casa que hizo a una de las familias más pudientes del pueblo. Aunque no he conseguido saber el nombre del padre, sí sé el de su hija, Rosa, y luego de sus descendientes, como tía Asunción, que se casó con tío Valentín. Éstos fueron los últimos en habitar el inmueble. Esta casa se caracteriza por el arco que está en la calle de las Viñas, cuya cimbra fue hecha por nuestro amigo Félix.

En la iglesia del pueblo también hizo otra cimbra para la reconstrucción del arco de la fábrica, ya que la parte de atrás junto a la tribuna estaba en ruinas.

Casualmente el día 28 de agosto de 2006 estuve visitando otra casa en la que trabajó Félix y que yo sólo la conocía de paso, en el trayecto de Valdelageve a Sotoserrano, exactamente en la parte baja a la derecha y al lado del río según comenzamos a pasar el puente del Cuerpo de Hombre. En el lugar donde se encuentra estaban las ruinas de un convento Carmelita del siglo XVI, al igual que un molino, hoy en día casi derruido. Según el actual propietario de la finca, la casa y los restos del molino, Miguel Ángel Martín Núñez, nieto de Feliciano Núñez, molinero de profesión, entre los años 1936-1939 fue su abuelo el que mandó construir esa casa, para lo que contrató a Vicente, llamado en el Soto “Vicentín” y éste a su vez quiso que le acompañase Félix, tanto en la carpintería como ayudándole en la construcción.

Todos los años en la montanera iba Félix acompañado por alguno de sus hijos a Guijo de Granadilla a llevar un par de cerdos para cebarlos en la dehesa del pueblo, en la que él tenía una parte. Después visitaban a la viuda del poeta, doña Desideria. El cariño que continuaban teniéndose era tan grande, que cuando se juntaban, se abrazaban, y las lágrimas de ambos se deslizaban, cual unos manantiales fueran. Tal es así que su hijo Vicente, al contármelo por teléfono, se sentía embargado, emocionado y de vez en cuando observaba cómo se enternecía, recordando aquellos emocionados encuentros. Una vez llegada la calma, eran atendidos como unos miembros más de la familia, porque realmente así se sentían.

También me contó Vicente que, dado el cariño y la confianza tan profunda que existía entre doña Desideria y Félix, ésta siempre deseó que nuestro amigo, “el Vaquerillo”, se quedase con la mejor finca que tenía, “el Berrocoso”, en la que se podían criar unas decenas de vacas en el pastizal o pastadero, como él me dijo, de ahí que nunca le pusiera precio, pues era él quién tenía que valorarla. Pero Félix siempre tuvo un obstáculo, el de su esposa Nicolasa, que constantemente se negó a adquirirla.

Años después Félix regresó a su pueblo, pero no a llevar cerdos, sino a vender sus posesiones: la casa, las fincas y la parte que tenía en la dehesa. Así terminaron casi todas las visitas al pueblo que le vio nacer, Guijo de Granadilla, y en el que siempre deseó que, cuando falleciese, fuese allí enterrado.

Hablando con su hijo Bonifacio me dijo que todos los hermanos pequeños fueron a la escuela con don Juan Montero y los mayores, a las clases nocturnas que desinteresadamente daba para los jóvenes y personas adultas. Bonifacio se acuerda mucho, como él dice, “de su maestro”, del que habla maravillas. Incluso me ha dicho que al ser él, entre otros, una persona muy estudiosa y trabajadora, “mi padre siempre le tuvo gran aprecio”, de ahí que saliese con muy buenos conocimientos, que posteriormente le ayudaron mucho para abrirse camino. Años después de marcharse mi padre, sus hermanos salieron de Valdelageve y obtuvieron buenas colocaciones. Solamente Marcelino se quedó en él, en su trabajo en la central eléctrica, donde fue reconocido y estuvo a la vez bien pagado. Hoy día me dice que vive desahogadamente, con buena pensión que le ha quedado.

Aprovechando la coyuntura, don Juan Montero Picón, que fue mi padre, estuvo trabajando como maestro en Valdelageve varios años, desde 1934 hasta 1943. Allí nací y es un pueblo del que me siento muy orgulloso. A mí me gusta llamarme y presentarme en muchas ocasiones como “Juan-Miguel, un gevato de Valdelageve”.

Cuando mi padre llegó al pueblo iban a la escuela sólo 8 alumnos. Sin embargo, en lugar de acobardarse, se dedicó a trabajar incansablemente. Era un gran amante de la enseñanza y un gran pedagogo. Tal es así que los alumnos fueron aumentando hasta llegar a 56.

Ahora reflexiono y digo: dada la habilidad y cualidades que “el Vaquerillo” tenía, de haberse situado en una gran ciudad y haber trabajado de carpintero-ebanista, como era su ilusión, seguro que su familia hubiese vivido más desahogada, en otro ambiente muy diferente para que sus hijos hubiesen tenido muchas más oportunidades y mejores salidas, e incluso, si alguno de ellos hubiese querido, podría haber aprendido el oficio, ya que maestro tenían, con unas grandes cualidades y el amor a su familia. Sin embargo, influenciado por su mujer y la familia de ella no tuvo más remedio que quedarse en Valdelageve, trabajando principalmente como ganadero y agricultor.

Para terminar este corto pero queridísimo relato, quiero decirles que Félix Monforte Chorro falleció el día 15 de mayo de 1968 en el mismo Valdelageve, donde reposan sus restos. Su esposa, Nicolasa Sánchez Britos, fue llevada por su hija Iluminada a Barcelona, donde falleció 6 años después.

Así acaba la historia de un personaje que, para mí, muy poca gente conoce. Tampoco hay nadie o casi nadie que se haya preocupado por hacer un trabajo de investigación sobre la vida de un trabajador, como la de Félix Monforte Chorro, “el Vaquerillo”.

Ahora sólo resta que alguien más continúe desarrollando este pequeño estudio con el fin de que la vida de un “modesto trabajador del campo” sea elevada al lugar que le corresponde.

Recorriendo por enésima vez el pueblo de Guijo de Granadilla, quiero informar a la gente que no lo conozca, que acuda, pues merece la pena verlo y hablar, como yo siempre digo, con mis amigos extremeños, dada su simpatía en el trato y la forma cariñosa que tienen de hablar. Allí podrán ver la Casa-Museo de Gabriel y Galán, que precisamente fue en la que vivió junto a su esposa Desideria y sus hijos. Al lado está el Patronato Cultural Gabriel y Galán, muy bien dirigido por Juan-José Barrios Sánchez, donde tienen una biblioteca y diferentes dependencias en las que preparan todo lo que respecta al poeta. Frente a la Casa-Museo hay un busto dedicado al poeta. También podemos ver la ermita de “El Cristu Benditu”, donde llevó a su primer hijo, llamado Jesús, en ofrenda para colocarlo delante del Cristo. Meses después, a principios del año 1899, acabó de escribir la poesía que lleva el nombre de la ermita. En el cementerio está la tumba donde reposan sus restos y por diferentes lugares hay muestras en las que podemos leer fragmentos de algunas de sus poesías.

El poeta todo lo que tenía de intelectual también lo tenía de humano, de ahí que en la revista Cuadernos del Lazarillo. Revista literaria y cultural, en su nº 29, de julio-diciembre de 2005, Juan-José Barrios Sánchez, autor de un trabajo dedicado a José Mª Gabriel y Galán, haya escrito: “Como vemos, José María se siente más a gusto entre los pastores y jornaleros, de hecho sus dos grandes amigos fueron Félix Monforte Chorro y Plácido Jiménez”.

Aclaración final

Hasta aquí concluye mi escrito. Me gustaría aclarar que, si bien está basado en datos reales y contrastados, incluye una parte novelada que he ido imaginando a raíz de la información conocida sobre la relación de “el Vaquerillo” con el poeta José Mª Gabriel y Galán. Para ello he contado con la colaboración de los hijos de Félix Monforte Chorro: Marcelino Monforte Sánchez, Vicente Monforte Sánchez y Bonifacio Monforte Sánchez.

Salamanca, 8 de septiembre de 2006



MI VAQUERILLO


José Mª Gabriel y Galán

He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecillo!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara...
Los valles dormían,
los búhos cantaban,
sonaba un cencerro,
rumiaban las vacas...
y una luna de luz amorosa,
presidiendo la atmósfera diáfana,
inundaba los cielos tranquilos
de dulzuras sedantes y cálidas.
¡Qué noches, qué noches,
qué horas, qué auras,
para hacerse de acero los cuerpos,
para hacerse de oro las almas!
Pero el niño, ¡qué solo vivía!
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio,
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cuando el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas...!
¡Recordar que dormido pudieran
pisarlo las vacas,
morderle en los labios
horrendas tarántulas,
matarlo los lobos,
comerlo las águilas...!
¡Vaquerito mío¡
¡ Cuán amargo el pan que te daba!
Yo tenía un hijito pequeño
-hijo de mi alma,
que jamás te dejé si tu madre
sobre ti no tendía sus alas!-
¡y si un hombre duro
le vendiera las cosas tan caras...!
Pero ¿qué van a hablar mis amores,
si el niñito que cuida mis vacas
también tiene padres
con tiernas entrañas?.
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma,
me habló la conciencia
muy duras palabras...
Y le dije que sí, que era horrible...,
que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso del padre
se lo puso mi boca en su cara.
Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
-¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico...! ¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas,
y a la noche te vas y las dejas...
¡San Antonio bendito las guarda...!
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada...


miércoles, 13 de enero de 2010

Acerca del libro Notas de Valdelageve

A pesar de que mi nacimiento en Valdelageve fue circunstancial, desde que comencé a tener uso de razón el cariño por mi pueblo ha ido in crescendo, en gran parte por culpa de mis padres, a los que oí hablar tantas y tantas veces sobre él, sus gentes, sus costumbres...
Mi padre estuvo allí durante algunos años de maestro, viviendo primero en casa de tía Consuelo, "la patrona", como siempre la hemos conocido y seguido llamándola hasta el último instante de su vida. Era tan buena persona que siempre cuidó a mi padre como si un hijo suyo fuera. Cuando mi padre y mi madre se casaron, estuvieron viviendo en una casa junto a la suya. De ahí que el cariño fuese aumentando y no sólo con ella, sino con toda la familia. Allí me engendraron, allí nací y allí nacieron todas mis inquietudes por mi pueblo, al que tanto adoro.

Cuando dirigía la Librería Médica Inter, entre tantos médicos y estudiantes de medicina salía constantemente a relucir el nombre de Valdelageve. Casi todos ignoraban de su existencia y entonces mi mente fue madurando poco a poco hasta que un buen día me decidí sacarlo del anonimato. Tiempo me costó, pues no en valde todos sabemos lo mucho que hay que investigar en diferentes ámbitos, hablar con las gentes del pueblo, recordar todo lo mucho que conocía por boca de mis padres, ordenar mis experiencias, etc. Lo cierto es que una vez preparado todo el material, escribí Notas de Valdelageve, un trabajo que presenté a Caja Duero y que después de pasar por diferentes secciones decidieron ayudarme económicamente. El día 13 de Junio de 1997 salió por fin a la luz la primera edición de mi libro y lo presenté, como es lógico, en mi pueblo, aprovechando que era la fiesta de San Antonio.

Enseguida se notó que todos mis paisanos derrochaban alegría por doquier. Hay que ver los días bonitos que he pasado y sigo pasando en mi pueblo, pero, sinceramente, como esos momentos no los volveré a vivir. Muchas de las familias lo adquirieron, ¡cómo no!, y ahí comenzaron sus cariñosos comentarios. Todos querían conocer la historia y las anécdotas de su pueblo, y ver las fotografías de sus gentes y paisajes.

En la Librería, dado mi carisma, la venta se fue animando día a día. Tal es así que los 500 ejemplares que se hicieron se vendieron exactamente en siete meses. Todo un tiempo récord.
Viendo que había personas, más bien clientes, amigos y amigos de mis amigos, amén de otras personas que deseaban tenerlo, aproveché la conyuntura para preparar la segunda edición, con otros 500 ejemplares. Esta vez estaba corregida y aumentada en algunos capítulo. Bien es cierto que en esta ocasión comencé a tambalearme un poco, pues creía que eran demasiados. Tal es así que no se me ocurrió otra cosa que solicitar una ayuda al Exmo. Ayuntamiento de Valdelageve, que en ese momento estaba presidido por Crescencio Martín Matas. Después de esperar un tiempo, recibí la gran noticia de que me habían concedido 100.000 pesetas. Entonces, como buen comerciante y con más ganas aún de dar a conocer a mi pueblo, sin prisa, pero sin pausa, me lancé a comerme el mercado.

El libro es sencillo, muy bonito por su historia, sus costumbres (sobre todo, ancestrales), sus fotografías, como las de sus bellísimos alrededores... De ahí que cada uno que vendía, el cliente se iba contento y sonriente. Muchas veces venían directamente a adquirirlo.
Esta vez tardó en venderse nueve meses, pero los gratos momentos que pasé fueron muy intensos y más aún cuando la gente me decía: "Montero, hemos estado en tu pueblo"; o cuando me preguntaban y daban lugar a que comentáramos cosas al respecto.

Para finalizar, nuestro pueblo, quizá como otros, algún día pueda desaparecer, pero la llama con el nombre de Valdelageve siempre perdurará encendida en todos nuestros hogares, pero, sobre todo, en las bibliotecas y hemerotecas. Y entre las primeras, la Biblioteca de la Universidad de Salamanca y la Biblioteca Nacional.


martes, 12 de enero de 2010

Remodelaciones en la iglesia

-La iglesia de Valdelageve lleva el nombre de San Fabián y San Sebastián, santos mártires, que también son los patronos del pueblo. Sobre el templo no se encuentra documentación alguna. Según las averiguaciones hechas al respecto con personas cualificadas, parece ser que fue edificada a principios del siglo XVIII. A lo largo de los años se han ido haciendo cambios. La penúltima modificación, que es la que yo conozco, fue hecha en el año 1997, llevando la parte artística Proye Benito Jiménez.

A partir de esta fecha he procurado que la iglesia fuese embelleciéndose progresivamente con arreglo a mis posibilidades, de lo cual voy a informar.

El día 10 de agosto de 1998 se inauguraron dos hermosas puertas de entrada a la iglesia, junto a una tercera correspondiente a una hab
itación. Se colocó también una lámpara en el centro del templo, la cual está muy visible. Y por último se acabaron de poner unas escaleras nuevas para subir a la tribuna.

El día 26 de mayo de 2000 llevé 23 bancos en buenísimo estado, que son los que actualmente están colocados, y un confesionario. Fueron adquiridos con la ayuda del padre Arrinda, párroco de los Trinitarios de Salamanca. Días después don Pedro Calama me entregó 50.000 pesetas y unas semanas después volvió a sorprenderme con la misma cantidad. Gracias, don Pedro, y gracias a todos los feligreses. Y por último se acabaron de poner unas escaleras nuevas para subir a la tribuna.

Posteriormente Simón Sánchez Matas, vecino del pueblo, pintó y donó el cuadro, "El Descendimiento", que se encuentra a la izquierda según miramos al retablo. En el mes de agosto de 2003 traje con toda mi ilusión y cariño d
e mi viaje a Rusia
un icono ortodoxo, el cual está situado al lado contrario. Su nombre es "Cristo Salvador y Fuente de la Vida" y es una copia de un cuadro del siglo XVI.

Como San Fabián necesitaba una restauración completa, ya que estaba muy dañado por la carcoma, en la primavera de 2007 se lo llevé a mi amigo el pater Jesús Luengo, también restaurador, el cual se dedicó en cuerpo y alma a salvarlo.

Este gevato que escribe también cooperó, pero en el trabajo más ingrato. Aprovechando la ocasión, preparamos dos peanas pintadas imitando el mármol y con los bordes dorados de pan de oro, siempre, pensando en hacer un nuevo cambio, que fue el siguiente: los santos que estaban en los nichos de la parte de arriba del retablo fueron bajados
y colocados sobre las hermosas peanas, para que todo el frontal resultase más bonito; los huecos vacíos de la parte de arriba se adornaron con dos ánforas. Debe quedar constancia que antes de hacer estos arreglos todo fue consultado con don Pedro Calama, párroco del pueblo y compañero del pater Jesús Luengo, como yo le llamo.

Ahora veo tan hermosa a nuestra parroquia que a pesar de su sencillez, la denomino "la pequeña catedral de la comarca".

En el caso de las escaleras de subida a la espadaña, viendo la
situación lamentable en que se encontraban y el peligro para acceder a tocar las campanas, no tuve más remedio que ponerme en contacto con unos canteros de Sorihuela, para que se hiciesen cargo del trabajo, y poder así renovarlas con piedra de granito. Fueron inauguradas el día 13 de junio de 2003.

Fotografías de algunos cambios hechos en la iglesia




Vista de los 23 bancos nuevos
o seminuevos, y la lámpara; el confesionario, que no se ve, queda al final a la derecha; todo ello se colocó el 26 de mayo de 2000.





Inauguración el
13 de junio
de 2003 de las nuevas
escaleras de s
ubida a la espadaña.





Retablo, que es lo más parecido

al de una pequeña catedral; quedó
totalm
ente restaurado y presentado
al público el 10 de ag
osto de 2008
;
el
pater Jesús Luengo fue copartícipe conmigo, contando con la ayuda de Leonor e Ino.


(Fotos Juan-Miguel Montero Barrado)

lunes, 11 de enero de 2010

Cómo se creó la biblioteca

Después de escuchar en varias ocasiones los buenos consejos de mi gran hermano Jesús, me di cuenta que, efectivamente, una biblioteca era el proyecto más importante para enriquecer culturalmente al pueblo. El día 10 de agosto de 2001, coincidiendo con las fiestas del pueblo, se inauguró la biblioteca y a la que contribuí no sólo con la primera donación, que fue de 135 libros, sino con las estanterías y demás utensilios necesarios para el buen funcionamiento de la misma. Después de haberlo consultado con el Alcalde y algunos miembros de la Corporación, creímos conveniente bautizarla de la siguiente manera:

BIBLIOTECA PÚBLICA
DE
VALDELAGEVE
"Juan-Miguel Montero Barrado"

Como dije al principio, se trataba de un gran sueño. La alegría de la gente fue muy grande, pues mi pueblo no disponía de algo tan necesario. Es más, fue una de las primeras en montarse en la comarca. Como anécdota diré que el primer lector fue nuestro querido y entrañable amigo Marcelino Matas, que, sentándose en una silla, comenzó a observar un libro y luego a leer algo del mismo. La foto da fe de lo que digo.

Dos periódicos de Salamanca, La Gaceta y El Adelanto, recogieron la noticia. Posteriormente las entregas fueron haciéndose según iba encontrando donantes, hasta que el día 13 de junio de 2005 quedó completa la parte que teníamos destinada, es decir, la sala de juntas del Ayuntamiento. El número de ejemplares alcanzó la cifra de 1.031, sin contar los 20 tomos del Diccionario Enciclopédico Salvat Universal. Es una pena no tener un local independiente, porque la biblioteca podía haberse incrementado en varios miles. ¡Lástima!


(Fotos Juan-Miguel Montero Barrado)

Inauguración de la Biblioteca











El 10 de agosto de 2001, coincidiendo con las fiestas del pueblo, se inauguró una Biblioteca, a la que contribuí con la donación de 135 libros. Se trataba de un gran sueño mío. La alegría de la gente fue grande, pues Valdelageve no disponía de algo tan necesario. Dos periódicos de la provincia, La Gaceta de Salamanca y El Adelanto, recogieron la noticia.

jueves, 7 de enero de 2010

Presentación

Con el fin de ir modernizándome lo que pretendo a partir de ahora es crear este cuaderno para cambiar y dar otra forma al contenido de la página web que creé hace varios años. La página se llama Valdelageve, bonito pueblo de la provincia de Salamanca. El trabajo va a ser muy interesante, entretenido, humano y enriquecedor, a pesar de mis humildes conocimientos.

(Foto Juan-Miguel Montero Barrado)